Incluso en el ámbito de los deportes extremos, en algún momento se impone la necesidad de salirse un rato del rumbo establecido y probar otras experiencias. José Ortega, acostumbrado al paisaje de montaña por su condición de endurista, sintió ganas de abordarlas de una manera diferente, así que decidió probar con el andinismo. Para ello, acudió a Pablo Zelaya Huerta, un experto guía de montaña, conocedor de todos o casi todos los senderos tucumanos
“José deseaba probar la alta montaña; entonces realizamos unas salidas de entrenamiento a fin de orientarnos sobre su estado físico deportivo para llegar a su objetivo, que era alcanzar la cima del Aconcagua. Por mi parte, la idea era estar en montaña durante muchos días, para preparar mi expedición al Everest”, cuenta Pablo, que tiene planificado los casi 9.000 metros de la montaña más alta del mundo entre el 5 de abril y el 6 de junio. Sin oxígeno, para más datos.
“Hace un mes aproximadamente, realizamos un ascenso a otra cima del noroeste, de más o menos 6.000 metros, en la que José pudo encontrar su ritmo y conocer la experiencia. Desde ese momento logramos que se sintiera cómodamente en estas altitudes, y ya con una idea clara de sus capacidades deportivas, proyectamos la subida al Aconcagua”, continuó el relato Zelaya Huerta.
Midieron equipos, probaron material específico de altura y estipularon la salida para el 4 de enero. Para José, ya no había chance de arrepentirse de su decisión.
El techo de América
“Nos llevó 10 días de actividad hacer cumbre. El parque Aconcagua sólo les da a los aventureros 20 días de estadía para lograr sus objetivos”, destacó Pablo.
En el transcurso, pasaron por la Plaza de Mulas y por el Nido de Cóndores antes de alcanzar la cima, de 6.963 metros.
“En nuestra expedición, conocimos a un catalán, Carlos Muñoz, a quien adoptamos a nuestro ascenso, al tiempo que trabamos una amistad. Nos vino bien: se trataba de un tipo solidario, de tonada graciosa, que hizo de nuestra aventura un desafío diferente. Carlos es policía en Barcelona, y además montañista. Su objetivo fue llegar al techo de América. Como le pasó a él, llegan deportistas de todas partes del mundo buscando conquistar ea ‘Centinela de piedra’”, relataron los aventureros.
Los tucumanos contaron también que, a la espera de que el clima acompañe y para poder pasar el tiempo, hicieron sociales con otros montañistas de Europa y de Asia, así como del país.
“Disfrutamos peñas, caminatas por el campo base y ascendimos otros cerros de 5.000 metros ¡para estar a punto caramelo!”, aseguraron.
Y llegó el día del ascenso... “Hicimos porteos de 15 kilos cada uno hasta campamento de nido, donde armamos nuestra tienda de montaña. Allí esperamos que pasarán las tormentas, para poder iniciar el ataque final y lograr la cima”, detallaron los expedicionistas.
La partida del día en que se hizo cumbre comenzó a las 3.30. Pablo lideraba el grupo de seis personas, a la que se sumó gente de Ushuaia y Buenos Aires. “Fuimos todos juntos hasta el Portezuelo del Viento. Lo hicimos paso a paso, hasta los 6.400 metros. A esa altura, los bonaerenses y los fueguinos decidieron regresar por fatiga. Carlos, José y yo decidimos continuar y buscar el objetivo”, relató Pablo.
Luego de superar intensos vientos y temperaturas de -30° en la madrugada, llegaron hasta los 6.600 metros, a un área conocida como “la canaleta”. “Allí nos juntamos con otros grupos, compuestos por rusos y polacos. Todos juntos hicimos la etapa final, hasta la cima”, apuntó el explorador.
José Ortega fue quien dejó la idea final de lo que vivió en la montaña: “fue un desafío, intenso, físico y mental, una experiencia que nunca olvidaré.”